Por el foie gras

Por otra parte, este mismo artículo 521-1, en nombre del cual se penalizó a Gérard X, autoriza tanto las corridas de toros como los combates de gallos. Y más allá de estos juegos sanguinarios, Francia bendice la producción del foie gras, que exige penetraciones en el cuerpo de las víctimas que podrían relativizar la importancia y el impacto de las de tipo sexual. Para producir este tesoro del patrimonio culinario francés se procede al cebado de 37 millones de patos y 2 millones de gansos por año en Francia. La técnica consiste en introducirles un tubo de unos 20 a 30 centímetros por la garganta hasta el estómago, con el fin de administrarles una gran cantidad de alimento que de otra manera no comerían. La operación dura entre 40 y 60 segundos con el cebado tradicional, y de dos a tres segundos con el cebado moderno con bomba neumática, que puede «penetrar» más de 350 patos por hora. El procedimiento se lleva a cabo dos veces por día. Equivale a que a un hombre de 70 kilos le envíen al estómago, a la fuerza y en solo algunos segundos, 14 kilos de pastas. Como consecuencia, los animales presentan heridas y dolores en la garganta, además de estrés, diarreas y jadeo. Hacia el final del cebado, la respiración y los desplazamientos se vuelven dificultosos, ya que los sacos pulmonares son comprimidos por un órgano que los aplasta. Con el fin de volver más efectivas estas penetraciones no sexuales, el 80 por ciento de los patos son completamente inmovilizados en jaulas individuales, de las que solo sobresale su cuello, bajo una oscuridad casi total.

—Marcela Iacub en Confesiones de una devoradora de carne

Esta entrada fue publicada en Amor, Moral, Respeto y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Comentarios